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jueves, 5 de febrero de 2015

El patrimonio industrial de Nerja (1)*








El año 2015 ha sido declarado por el Consejo de Europa Año Europeo del Patrimonio Industrial, por iniciativa de la Federación Europea de Asociaciones del Patrimonio Industrial y Técnico (E-FAITH). Con ello, además de otorgarse valor y reconocimiento al ingente patrimonio industrial europeo, se brinda la oportunidad de llamar la atención sobre su situación y estado de conservación.

El concepto de patrimonio industrial es relativamente reciente y la valoración de los restos industriales como bienes que deben ser protegidos no apareció hasta la segunda mitad del siglo XX, en Gran Bretaña, donde se empezó a promover la conservación de edificios y maquinaria de industrias que habían sido cerradas por quedar obsoletas y sobre las que se cernía la amenaza de desaparición; este movimiento se fue propagando a otros países y llegó a España a finales de la década de 1970.

Hasta entonces la consideración de un bien como parte integrante del patrimonio cultural  se basaba en criterios de antigüedad y valor artístico, cualidades de las que carece la mayor parte de los edificios y máquinas  industriales. Sin embargo, estos poseen un gran valor, pues constituyen la evidencia material de una serie de cambios experimentados en la producción de objetos por parte de la humanidad, y forman parte del paisaje de muchas áreas geográficas, así como de la historia de numerosas poblaciones y de la vida de millones de personas en los últimos siglos.

Ciudadanos de algunos países (sobre todo antiguos trabajadores de fábricas y talleres) organizados en asociaciones y ciertas instituciones dieron impulso y promovieron la inclusión del patrimonio industrial en el patrimonio cultural y, por tanto, su conservación, protección y puesta en valor, y en 1973 se creó el Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial (TICCIH). Este organismo, reunido el 17 de julio de 2003 en la ciudad rusa de Nizhny Tagil, redactó la Carta sobre el Patrimonio Industrial, un documento fundamental en el que se define el mismo, se establecen sus valores y se fijan criterios para su protección y difusión.

En España, paralelamente a la desaparición de fábricas y máquinas y con cierto retraso respecto de otros países europeos, también nació y se desarrolló el movimiento en defensa del patrimonio industrial, consiguiéndose la conservación de parte de él y el uso de algunos edificios adaptados para fines distintos de los industriales (la transformación de parte de la antigua fábrica azucarera ‘San José’ de Nerja en centro de enseñanza en 1986 fue uno de los primeros proyectos de este tipo llevados a cabo en Andalucía y también en nuestro país). Precisamente la Ley andaluza de Patrimonio Histórico es pionera al dedicar uno de sus títulos al patrimonio industrial, que se define “integrado por el conjunto de bienes vinculados a la actividad productiva, tecnológica, fabril y de la ingeniería […] en cuanto son exponentes de la historia social, técnica y económica” de Andalucía. Además, el paisaje asociado a las citadas actividades se considera parte integrante del patrimonio industrial.

La transformación de productos agrícolas en instalaciones fabriles agroalimentarias y, por supuesto, la agricultura que proporcionaba la materia prima para ello, ha formado parte de la historia de Nerja y Maro durante los últimos cinco siglos. No se entiende nuestra historia desde el siglo XVI en adelante sin el cultivo de la caña dulce y la producción de azúcar, primero de forma preindustrial en ingenios y posteriormente con maquinaria, métodos y edificios industriales en fábricas  azucareras; pero tampoco se entendería sin los molinos de muy variados productos (aceite, harina, chocolate, papel, corteza de pino, etc.); sin las minas, las fundiciones de plomo o las instalaciones de producción de energía eléctrica. Es más, la industria está en los orígenes de los actuales núcleos urbanos de Maro y Nerja, pues el primero se originó en torno a un ingenio azucarero y el segundo surgió a raíz de la construcción de otro ingenio en sus inmediaciones que atrajo a labradores y trabajadores a esta tierra y la repoblaron.

De la coexistencia del campo y las factorías fue surgiendo un paisaje agroindustrial surcado de acequias, canalizaciones, atarjeas y acueductos para el riego de los campos, y para proporcionar el agua necesaria para el funcionamiento de las fábricas y molinos, desarrollándose de esta manera una arquitectura del agua que sin duda también forma parte del patrimonio industrial. Las acequias Alta, de Enmedio y Baja o  del Pueblo, la acequia de Maro, los acueductos del Águila y Tablazo, los restos de atarjeas, como la que conducía el agua a la fábrica ‘San José’, en El Chaparil, o las conducciones de agua para mover las muelas de los molinos harineros del río Chíllar, son ejemplares que atestiguan la importancia que tenían estas infraestructuras fundamentales para la industria.

El término municipal de Nerja reúne una de las mayores  y más importantes concentraciones de bienes industriales de Andalucía, no solo por el elevado número de restos, sino también por su variedad y pertenencia a las distintas épocas en que se divide la producción industrial. Algunos de estos edificios han desaparecido, aunque sabemos de ellos por documentos y fotografías; otros se mantienen en pie, pero la mayoría se encuentra en un deficiente estado de conservación y sufre un progresivo deterioro. Todos ellos fueron lamentablemente vaciados por sus propietarios de la maquinaria y los enseres que contenían y utilizados para dotar fábricas de otros lugares o vendidos como material de acarreo.

En Nerja y Maro funcionaron cuatro ingenios preindustriales: los ingenios viejo o ‘San Antonio Abad’ (1591), nuevo o ‘Nuestra Señora de las Angustias (1805), ‘San Miguel’ (1867), y el ingenio de Maro (1586); cuatro fábricas azucareras: ‘Nuestra Señora de las Angustias’ (1861), ‘San José’ (1864), ‘La Independencia’ (1882), comúnmente conocida como ‘Los Cangrejos’, y ‘San Joaquín’ (1879), en Maro; dos fábricas de miel de caña: ‘El Progreso’ y La Maquinilla. De nueve de estas diez instalaciones azucareras se conservan restos en mejor o peor estado de conservación. Las fundiciones de plomo de La Torrecilla y Burriana ya no existen, pero de uno de los cuatro molinos harineros que funcionaron en el río Chíllar se conservan ruinas (el molino de Maeso) y otro que era conocido como fábrica harinera de Ruiz sigue existiendo transformado en vivienda particular. Asimismo, se conservan, aunque con uso distinto al suyo propio, los antiguos molinos de aceite de las calles San José y Ánimas de Nerja. También está en pie el molino de papel de río de la Miel, construido en 1780 por el nerjeño ilustrado Manuel Centurión Guerrero de Torres.

A excepción de la fábrica de miel de caña RIFOL (La Maquinilla) que es de propiedad municipal; de la antigua fábrica azucarera ‘San José’, que lo es de la Junta de Andalucía; y del ingenio ‘San Miguel’, que es de propiedad privada, el resto de las instalaciones azucareras pertenece a Larios (también es de su propiedad el molino de papel de río de la Miel). Todas ellas, salvo ‘San José’ y ‘San Miguel’ se hallan en serio peligro y, de momento, ninguna cuenta con protección jurídica, pues no están comprendidas ni en el catálogo ni en el inventario de bienes establecidos en la Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía, ni el vigente PGOU de Nerja los incluye en el catálogo de bienes con que cuenta. A la desprotección jurídica se une el desinterés y falta de sensibilidad de los propietarios por garantizar la conservación de estos bienes y su puesta en valor. Cada techumbre que se hunde, cada muro que se cae, es un trozo de nuestra historia, de lo que nos han legado las generaciones precedentes, que se pierde definitivamente. De ahí la importancia, la exigencia, de que las administraciones competentes en la materia (Junta de Andalucía y Ayuntamiento de Nerja) tomen cartas en el asunto, cumplan con las obligaciones que les corresponden y ejerzan las competencias que la ley les otorga. Por otro lado, parece que muy pocos se dieran cuenta, no solo del uso y disfrute que de este patrimonio podría hacer la ciudadanía, sino también del enorme potencial turístico que posee si estuviera protegido, bien conservado y puesto en valor.

A los historiadores nos corresponde investigar y difundir este patrimonio, llamar la atención sobre los problemas que lo aquejan y contribuir a su conservación y puesta en valor, por lo que con esta entrega iniciamos una serie dedicada al patrimonio industrial de Nerja y Maro, que tendrá continuidad en los próximos números de esta publicación, con la pretensión de que los lectores conozcan y puedan valorar la riqueza patrimonial con que cuentan.

 * Artículo publicado en La Clave de Nerja 0, enero de 2015, pág. 13.